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martes, 1 de marzo de 2016

Así es AIM, la misión de impacto en un asteroide


Los asteroides han dejado de ser los objetos menos explorados del Sistema Solar. Agencias espaciales e instituciones científicas están poniendo cada vez más atención en estos cuerpos, algunos de los cuales siguen órbitas relativamente cercanas a la Tierra, y en esa atención se encuadra AIM, Asteroid Impact Mission.


 


AIM es todavía un proyecto que aspira a ser una misión de la ESA y cuyo objetivo sería el asteroide binario Didymos. Si fuera aprobada por el Consejo de Ministros de la agencia, el próximo mes de diciembre, sería lanzada en 2020 y cumpliría dos funciones: demostrar nuevas tecnologías de comunicaciones ópticas en el espacio y estudiar la superficie y la estructura interna de Didymos y su luna.


 


La propuesta de AIM encaja dentro de AIDA (Asteroid Impact and Deflection Assessment), un programa de cooperación con NASA, DLR y OCA (Observatorio de la Costa Azul) que quiere estudiar los asteroides y, en el caso de los NEOs (objetos cercanos a la Tierra), obtener todos los datos posibles para poder diseñar técnicas de desvío de sus órbitas de los que presenten una amenaza real para nuestro planeta.


 


En ese aspecto, “ESA ha estado estudiando el papel de las misiones espaciales en la exploración de asteroides y en la atenuación de su riesgo potencial para la Tierra durante casi dos décadas”, explica Ian Carnelli, jefe de misión de AIM. Entre esos estudios  se encuentra Don Quijote, un proyecto de misión que está considerado como la técnica de desvío más viable de las propuestas hasta el momento. Algo de ella hay en AIM, pero ésta es una misión más pequeña y con un doble objetivo.


 


O triple, en realidad. Como apunta Carnelli, “AIM representa una novedad en las misiones de la ESA porque está combinando tres conjuntos de objetivos (tecnología, desviación de asteroides y ciencia) al mismo tiempo que intenta demostrar que podemos hacer misiones más pequeñas en el espacio profundo a costes más bajos, si hacemos uso de las muchas tecnologías y cargas que están ya en desarrollo en Europa en diferentes programas”. Rosetta, por ejemplo, es uno de los programas de los que esta misión más puede aprender.


 


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Asteroid Impact Mission está desarrollándose, además, con un calendario bastante apretado. De recibir luz verde, tendría que lanzarse en octubre de 2020 para poder sobrevolar el sistema de Didymos en junio de 2022. Éste está formado por el asteroide principal, de 800 metros de diámetro, y una luna, apodada “Didymoon”, de 170 metros de diámetro. En el verano de 2022 se acercará a 16 millones de kilómetros de la Tierra.  


 


AIM constará, en realidad, de cuatro partes, como mínimo. El satélite principal liberará un aterrizador, Mascot-2 (el 1 vuela actualmente a bordo de Hayabusa 2), de manera similar a como Rosetta hizo con Philae, y luego podrá albergar dos o más cubesats. Su principal objetivo será demostrar la comunicación entre todos ellos y la comunicación óptica bidireccional con el control de misión en la Tierra, al que enviará sus observaciones sobre la superficie y la estructura interna de Didymos. Pero, además, AIM tendrá que realizar una tarea similar a la de la misión Deep Impact, porque observará el impacto de un satélite de la NASA llamado DART en Didymoon cuya misión es, a su vez, demostrar una técnica de desviación de trayectoria llamada impactador kinético.


 


Esos son los objetivos tecnológicos de la misión, pero AIM tiene también previsto hacer ciencia. “Al visitar un asteroide binario y estudiar su estructura interna, AIM hará gran ciencia al revelar, de una vez por todas, cómo se forman estos cuerpos, lo que está profundamente unido a las teorías que describen los procesos subyacentes de la formación del nuestro Sistema Solar y de anillos planetarios como los de Saturno”, explica Ian Carnelli, que añade que “hasta ahora, no se ha logrado ninguna medida para comprender esa formación de los asteroides o para desvelar su estructura profunda. Se han desarrollado varias teorías, cada una con diferentes resultados. AIM arrojará luz, por fin, sobre esos modelos y también permitirá predecir la población total de asteroides”.


 


Pero no hay que perder de vista que AIM es una misión de demostración de tecnología y, como tal, se espera que sus hallazgos puedan ser empleados en misiones futuras de retorno de muestras, como las propuestas para Fobos, la luna de Marte. Carnelli indica que “las capacidades en rápida evolución de los cubesats están abriendo la puerta a varios escenarios de exploración que, hasta ahora eran impensables, nuevos medios de explorar nuestro Sistema Solar. Esto incluye la Luna. La ESA está a punto de estudiar cómo un concepto de una nave nodriza y pequeños cubesats puede usarse para afrontar difíciles objetivos de exploración en la Luna”. (Fuente: ESA)



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