El llamado a la suspensión, cancelación o traslado de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, debido a la emergencia por el virus zika, toca numerosos puntos sensibles de ética y política sanitaria y deportiva que traen de cabeza a funcionarios, científicos, atletas y también, por supuesto, al público en general.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Comité Olímpico Internacional (COI) rechazaron la semana pasada el pedido en ese sentido de 150 científicos de todo el mundo, que habían señalado en una carta abierta a la OMS el conflicto ético de persistir en realizar unos juegos que podrían acelerar la expansión internacional del virus, que ya está presente en unos 60 países.
El llamado de los científicos a postergar o trasladar la sede contribuye a confirmar un informe de abril de Centers of Control Disease and Prevention (CDC), un organismo oficial de control de enfermedades de Estados Unidos, asegurando que el zika no solo provoca el desarrollo de microcefalia en fetos sino también otras anormalidades en la gestación.
Según el doctor Tom Frieden, director del CDC, los casos de microcefalia en niños nacidos de madres infectadas por el virus “puede ser la punta del iceberg de efectos perjudiciales en el cerebro y otros problemas de desarrollo infantil”.
¿Aplazarlos?
De haberse escuchado el llamado de los científicos, hubiera sido la primera vez en la historia olímpica que unos juegos habrían de cancelarse, suspenderse o trasladarse por razones sanitarias.
Los únicos antecedentes son por razones de fuerza mayor, concretamente un desastre natural y varias guerras:
Juegos de 1908, que debían realizarse en Roma, fueron trasladados a Londres debido a los problemas financieros tras una erupción del Vesubio en 1906.
Juegos de 1916, que debían realizarse en Berlín, fueron cancelados debido a la Primera Guerra Mundial.
Juegos de verano de 1940 y 1944: Japón, que había invadido China en 1937, renunció el año siguiente a su derecho de organizar los juegos de 1940; con certera puntería, el COI encargó la organización a Finlandia… que fue atacada por la Unión Soviética en 1939. La Segunda Guerra Mundial determinó la cancelación de esos juegos y los de 1944, que habían sido otorgados a Londres.- Por la misma razón fueron cancelados los juegos de invierno de esos años en Alemania y Cortina D´Ampezzo, Italia. (Hasta 1992 los juegos de verano y de invierno se realizaban en el mismo año.)
El reciente llamado de los médicos, todos ellos muy prestigiosos, provocó una reacción inmediata de los responsables de la OMS, el COI y las autoridades brasileñas, ya que ponía en entredicho la justificación científica y moral de sus respectivas respuestas ante la crisis.
La doctora Margaret Chan, directora de la OMS, dijo que no había razones para trasladar, cancelar o postergar los juegos de Río: “Cuanto más sabemos del zika, más preocupados estamos”, dijo ante la Asamblea Mundial de la Salud, “pero nadie querría paralizar el movimiento internacional de personas. Se trata de una cuestión de análisis y gestión de riesgos”, prosiguió.
Y la evaluación del riesgo que hace la OMS es que el virus ya está tan extendido que la presencia en Brasil de aproximadamente 500.000 extranjeros (algunas fuentes creen que esta cifra es excesiva) atraídos por los juegos no agravaría significativamente el peligro internacional de infección.
El virus ya está presente en tantos países que un aumento relativamente pequeño en Brasil no alterará su desarrollo internacional, dicen los funcionarios.
Intereses ocultos
Pero los expertos médicos que firmaron la carta dicen que la prolongada relación entre la OMS y el COI constituye un conflicto de intereses.
“Prejuzgar que ‘no habrá un montón de problemas’ antes de revisar la nueva evidencia [de los efectos del zika] es extremadamente impropio por parte de la OMS, y sugiere que se necesitaría un cambio de liderazgo para restaurar la credibilidad de la organización”, dice la carta, apuntando a la doctora Chan.
Muchos atletas, entre ellos el golfista Rory McIlroy y la futbolista estadounidense Hope Solo, también tienen serias reservas y contemplan la posibilidad de no acudir a los juegos.
En el ámbito del COI, su presidente, Thomas Bach, expresó su “total confianza” en los pasos dados por las autoridades sanitarias y municipales para enfrentar la emergencia. En el mismo sentido se pronunciaron autoridades federales brasileñas y el alcalde de Río, Eduardo Paes.
Para las autoridades brasileñas el asunto es de capital importancia. Aparte del costo de los juegos, calculado entre US$12.000 y US$16.000 millones, según diferentes fuentes, el país (así como otros de la región) podría perder una significativa proporción de sus ingresos por turismo si prosigue la emergencia.
Stan Sandberg, de TravelInsurance.com, un sitio comparativo de seguros de viaje, dijo a la publicación especializada Traveler que ha detectado un aumento importante del tráfico de personas que averiguan sobre el zika, cancelan sus viajes o contemplan por primera vez tomar seguros de salud.
En realidad, los científicos que escribieron a la OMS enfatizaron el aspecto ético del llamado a la cancelación porque apreciaban las dimensiones de los problemas prácticos, económicos, deportivos y de organización.
Plantean la obligación moral de tomar decisiones difíciles pero correctas a pesar de las consideraciones prácticas que aconsejan no innovar.
Genéticamente modificados
Los juegos deben comenzar el 5 de agosto y nadie contempla que la emergencia sanitaria haya desaparecido entonces, por las características del mosquito Aedes Aegypti, el portador del virus.
Esta especie, a diferencia de otras, está “domesticada”, un término que los científicos utilizan para indicar que se alimenta casi exclusivamente de sangre humana, y es particularmente nociva porque también es portadora de los virus del dengue y el chikungunya.
Un dato que muchos encuentran irónico es que Brasil logró erradicar casi por completo el Aedes Aegypti a mediados del siglo pasado, con una campaña de fumigación en las ciudades, ya que este mosquito se concentra principalmente en zonas urbanas, debido a su predilección por la sangre humana.
El peligro paralelo que representaba el uso excesivo de DDT y otros insecticidas determinó que esas fumigaciones fueran suspendidas, y el mosquito reapareció en las últimas décadas.
Muchos científicos creen que la única forma razonable de controlar esta especie es la creación en laboratorio de mosquitos machos con una modificación genética por la que su descendencia muere antes de procrear.
Los machos no pican, de modo que no contribuirán de adultos a la diseminación del virus, y toda su descendencia, machos y hembras, morirá antes de reproducirse.
Esta técnica, ya experimentada exitosamente en Brasil, Panamá y las Islas Cayman, ha sido aprobada por la OMS y las autoridades sanitarias brasileñas.
Una empresa británica, Oxitec, “liberará” este año en Brasil unos 500 millones de mosquitos modificados genéticamente y el año que viene más de 3.000 millones.
La técnica tiene sus detractores, en particular activistas según los cuales esos experimentos fueron los que en realidad crearon el zika. Los expertos son contrarios a esta idea, que consideran “paranoide”.
El periodista científico Matt Ridley escribió el lunes en The Times que dicha teoría “es imposible por muchas razones, entre ellas que la inserción genética está hecha de ADN, ácido desoxirribonucleico, mientras que el genoma del virus es de ARN, ácido ribonucleico”, algo diferente.
Atletas preocupados
Pero la utilización de esta técnica en Brasil, aunque a la postre resulte exitosa, no tendrá virtualmente ninguna influencia en el riesgo que representa el virus en el periodo de los Juegos Olímpicos, entre el 5 y el 21 de agosto.
No son muy amados estos juegos de Río. La sensación de inquietud puede afectar el rendimiento deportivo de los atletas, en particular las mujeres.
También está en ebullición, en una hornalla trasera, la polémica por los alcances de la corrupción y dopaje institucional que podría causar la marginación de la delegación rusa, cuyas consecuencias son imprevisibles.
Y si a esto sumamos la crisis política, institucional y económica brasileña, la indignación por la corrupción en ese país y, en el plano internacional, las objeciones a gastos “faraónicos” en vastas empresas deportivas que suelen ser pantallas para esconder la codicia de los dirigentes… bueno, a nadie debería extrañar que muchos no contemplen con alegría el espectáculo de Río.
Pero es difícil imaginar el grado de dificultad, el costo y las consecuencias de una cancelación (decisión extrema, con derivaciones judiciales), postergación (¿por cuánto tiempo?) o traslado (¿adonde?) de los juegos.
Se trata, al parecer, de una típica “decisión imposible”, de esas que algunas organizaciones suelen analizar en sus simulacros de gestión, en los que ninguna de las opciones es mejor, ni peor, ni igual que otras; y ninguna parece ofrecer más beneficio que las otras.
Por ahora, todas las autoridades que han tomado cartas en el asunto se inclinan por esperar y confiar en que el riesgo no sea muy grave, debido a que el virus ya se ha extendido por el mundo, antes de los juegos.
Esto o escuchar el argumento deontológico de los médicos que escribieron a la OMS, contemplando el problema desde el punto de vista ético, que casi siempre se puede ver con más claridad porque es más luminoso.
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