Fuera de Bolivia puede que no sea algo muy conocido, pero Evo Morales también tiene una oposición que proviene de organizaciones de izquierda y sindicatos campesinos.
Se trata de varios de sus antiguos mentores políticos y de sus viejos “compañeros de lucha”.
Aquellos con los que, hace más de una década, el presidente boliviano solía hacer tambalear gobiernos a base de protestas con bloqueos de carreteras y cercos a las ciudades.
Viejos aliados que ahora se oponen a que Morales sea habilitado para volver a presentarse a la reelección y por eso votarán “No” en el referendo que este domingo se celebra en Bolivia.
El presidente, que fue electo hasta 2019, busca a través de las urnas eliminar el veto constitucional a un cuarto periodo suyo, lo que haría posible que se mantuviera en el poder hasta 2025.
¿Los motivos del rechazo? Son varios.
Desde la desaprobación a que una persona se mantenga en el poder durante 20 años hasta los cuestionamientos a un programa de gobierno que consideran demasiado enfocado en la extracción de recursos naturales para la exportación.
El millonario caso de corrupción que involucra a exministros, parlamentarios y dirigentes del partido de Evo Morales
Gabriela Zapata Montaño, la exnovia que puso en aprietos al presidente de Bolivia Evo Morales
Los otrora “maestros” de Morales e ideólogos de su proyecto político consideran que su gobierno abandonó los postulados originales relacionados a la defensa de la “Madre Tierra” y los cambió por una gestión marcada por políticas extractivas incompatibles con consideraciones ambientales.
Señalan también que el supuesto “exceso de poder” acumulado gracias a los arrolladores triunfos electorales de Morales permitió la creación de circuitos de corrupción y enriquecimiento personal, como los dos supuestos casos que acapararon los titulares de prensa en Bolivia.
El primero fue la denuncia de presuntos malos manejos y uso indebido de recursos públicos por el que dirigentes, exministros e incluso parlamentarios oficialistas fueron detenidos y después la denuncia de supuesto tráfico de influencias a favor de una empresa china por cientos de millones de dólares en el que está involucrada una exnovia de Evo Morales.
Sin embargo, el oficialismo boliviano le resta importancia a estas voces críticas de exaliados y antiguos ideólogos.
En palabras del vicepresidente, Álvaro García Linera, son “ecologismo colonial” de una “pseudoizquierda de pasarela y deslactosada” aliada con “fuerzas ultraconservadoras”.
Morales, por su parte, no ha dudado en calificar varias veces de “traidores” y “vendidos a la derecha” a sus antiguos compañeros de batalla.
“Poder total”
“El poder es tóxico. Nadie niega la importancia de los primeros años del gobierno, el gran salto económico y la inclusión de indígenas y campesinos que se ha logrado, pero después de eso el poder total ha intoxicado a este proceso”, le dice a BBC Mundo Rafael Puente, quien fue viceministro de Régimen Interior del primer gabinete de Evo Morales.
El presidente boliviano solía referirse a Puente como su “maestro en asuntos sindicales” e incluso lo promovió para que dirigiera la formación de cuadros de su partido en los primeros años de su gestión.
Puente, que ahora se encuentra lejos de cualquier cargo oficial, conoció a Morales mucho antes de que iniciara su carrera hacia la presidencia de Bolivia.
“La docilidad y la obediencia se han vuelto comportamientos comunes. El presidente está condenado a escucharse a él mismo siempre porque todos tratan de decirle lo que él quiere oir. La capacidad de debate ha desaparecido y los que opinan lo contrario son acusados de estar ‘vendidos al imperio’“, añade Puente.
En los últimos cinco años no son pocas las organizaciones sindicales que se han fracturado o que ingresaron en crisis cuando alguno de sus representantes intentó ir en contra de los lineamientos oficialistas.
Como cuando la confederación que agrupa a la mitad de los indígenas de Bolivia (CIDOB) se desmarcó de la agenda gubernamental, los operadores afines al oficialismo desconocieron a la dirigencia electa y constituyeron una entidad paralela que de inmediato fue reconocida por el Gobierno.
Es por ello que decenas de dirigentes crearon partidos propios y buscaron ganar espacio independiente en alcaldías en las dos últimas elecciones locales en Bolivia.
Puente afirma, en cambio, que cada vez son más los políticos “de la derecha” y representantes de patronales empresariales los que se suman al partido de Evo.
“Traición”
“Evo Morales no respeta la independencia de poderes ni la libertad de expresión. Perderá por traicionar a sus bases”, afirma Filemón Escóbar, otro de los antiguos maestros del presidente boliviano.
Después de décadas como dirigente minero, Escóbar fue uno de los primeros en prestar atención a lo que pasaba en un pedazo de selva tropical de Bolivia donde a diario se reportaban enfrentamientos y violaciones a derechos humanos.
Así, en la última década del siglo pasado, llegó al Chapare, el territorio de los productores de coca donde el actual presidente boliviano comenzó su meteórica carrera política.
Escóbar fue el jefe de bancada del partido de Morales mientras éste era líder de la oposición, acompañó a Evo en un sinfín de eventos políticos y es reconocido por oficialistas y opositores como uno de los principales articuladores de su movimiento.
Ahora, con 80 años, el viejo dirigente minero asegura que organizará un nuevo partido político “al día siguiente de la victoria del No”.
Los intelectuales de izquierda y la clase media
Como Escóbar y Puente, existen figuras del primer gabinete de Morales que ahora promueven el voto en contra de su cuarto mandato.
Es el caso del exministro de Educación y ahora gobernador de La Paz, Félix Patzi, o del exviceministro de Tierras Alejandro Almaraz.
El primero asesoró la Asamblea Constituyente (2006-2007) que el movimiento del presidente boliviano defendió a sangre y fuego, mientras el segundo, a mediados de la década del 90, fue uno de los primeros pensadores de izquierda en apoyar al partido de Evo.
Hoy Almaraz opina que la derrota de Morales el domingo significa la “reconquista de la democracia”.
“El país perdió dos décadas de conquistas democráticas, entre ellas el derecho ciudadano de elegir y ser elegido, la transparencia e igualdad en el ejercicio electoral”, señaló el ahora disidente a la boliviana Agencia de Noticias Fides.
A principios de siglo, Morales tuvo bastantes problemas en sumar a referentes de izquierda y de la clase media boliviana.
Los primeros desconfiaban de las posibilidades de éxito electoral y de la “solidez ideológica” del cocalero, mientras las clases medias asociaban a Morales con el caos y los perjuicios que para ellos significaban sus marchas y bloqueos carreteros.
Ni siquiera García Linera, su actual vicepresidente, lo apoyaba durante las primeras campañas electorales y recién se sumó a su movimiento para las elecciones de 2005, cuando ganaron por primera vez.
Lo mismo sucede con la mayoría de los ministros que provienen de las universidades y ONG, quienes se subieron al proyecto evista cuando Morales ya era el candidato favorito para ganar las elecciones.
La “vieja guardia”
También aparecen en la lista de disidentes varios de los que, en 1995, crearon junto a Morales el “instrumento político” con el que juraron “refundar Bolivia”.
“Conozco a fondo a Evo Morales, sé quién es y cómo es su actitud. Su actitud siempre ha sido convertir en obedientes a sus aliados y yo no quería ser obediente de nadie”, cuenta Román Loayza, uno de aquello fundadores que ahora es crítico del evismo.
Si bien quedan junto a Morales muchos de los dirigentes de los años de las marchas, represión y bloqueos, como el actual canciller boliviano David Choquehuanca o la dirigente Leonilda Zurita, hay tantos otros que lo conocieron y hace años que tomaron distancia.
Uno de los más emblemáticos es Óscar Olivera, protagonista de la llamada “Guerra del Agua” del año 2000, cuando un consorcio de capitales estadounidenses y europeos fue expulsado de Bolivia por las protestas surgidas después de que privatizaron hasta el agua de la lluvia.
Hoy Olivera opina que el gobierno de Morales y García Linera “ha robado la capacidad de decidir” a las organizaciones sindicales y campesinas y no cumplió con la vieja promesa del “autogobierno popular”.
Olivera y Morales encabezaron decenas de marchas, huelgas de hambre y protestas en las calles bolivianas. Hace más de una década que están distanciados.
Durante los últimos cinco años, la gestión de Morales fue cuestionada por polémicas medidas como una subida descomunal (83%) del precio de la gasolina o sus concesiones para exploración hidrocarburífera en reservas forestales a favor de empresas transnacionales.
El mandatario boliviano tuvo que retroceder en el incremento al costo de los carburantes a los pocos días de decretarlo por las fuertes protestas.
Sin embargo, el momento de mayor crisis y críticas en esta década fue cuando la policía reprimió una marcha indígena que se oponía a la construcción de una carretera en mitad de la selva en 2011.
Las imágenes de policías maniatando y amordazando a los marchistas sorprendieron a oficialistas y opositores por igual.
En el principio de su gestión, pocos habrían creído que aquello pueda suceder durante el mandato de un presidente que forjó su capital político precisamente gracias a movilizaciones sociales y años de protagonizar huelgas y bloqueos de caminos.
Olivera estuvo presente en aquella marcha reprimida.
“Evo Sí”
A pocos días del referendo, las encuestas en Bolivia señalan que es la primera vez en una década que Morales no tiene la victoria asegurada.
Diarios bolivianos publicaron sondeos que reflejan un estrecho margen entre las dos opciones en el referendo, mientras que en anteriores procesos electorales el debate se centraba en por cuánto margen triunfaría de nuevo el presidente boliviano.
Sus partidarios insisten en que sólo su continuidad en la presidencia garantizará que se mantenga la estabilidad social y el importante crecimiento económico que aquel país ha experiementado en los últimos años.
La Bolivia de Morales está muy lejos de atravesar los problemas económicos y de abastecimiento que vive Venezuela y sus políticas han sido bien recibidas por organismos internacionales como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, el BID y Naciones Unidas, entre muchos otros.
A pesar de no competir contra nadie, el oficialismo boliviano se esforzó en identificar con el “No” a la vieja oposición “neoliberal y vendepatria” que el mandatario derrotó una y otra vez en estos 10 años.
Sin embargo, es la primera vez que tantas voces “del mismo bando” piden el voto negativo para Morales.
En las últimas semanas, hasta la expareja del vicepresidente, una socióloga mexicana que en los 90 se unió a un ejército guerrillero aymara en Bolivia, hizo públicas sus críticas al gobierno de Morales a través de una entrevista.
Durante la campaña, el presidente aseguró una serie de nuevas inversiones para buscar la “eliminación total de la pobreza” y convertir a su país en el “centro energético de Sudamérica” con un ambicioso plan bautizado Agenda Patriótica 2025.
No es casual. Ese año, al que Morales busca llegar todavía como presidente, Bolivia cumplirá 200 años.
Pero para llegar tan lejos, primero deberá triunfar en el referendo de este domingo.
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Los mentores y viejos aliados de Evo Morales que votarán contra su cuarto mandato en el referendo de Bolivia
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