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Hiba, de 9 años, quiere ser pediatra para ayudar a los niños y niñas de su edad. “Seré amable y cariñosa, una excelente doctora en la que los niños puedan confiar”, explica.
¿Cómo imaginan su futuro profesional las niñas que huyeron del conflicto de Siria y que ahora viven en un campo de refugiados?
Para averiguarlo, el Comité Internacional de Rescate (IRC, por sus siglas en inglés) envió a la fotógrafa Meredith Hutchison al campo de refugiados de Zaatar, el segundo más grande del mundo, en la ciudad de Mafraq, al nortede Jordania.
Muchas de ellas experimentaron el conflicto directamente. Y, a pesar de su situación actual, no perdieron ni sus sueños ni sus esperanzas.
Cada niña diseñó y dirigió su propia sesión de fotos, posando tal y como se veía en un futuro y hablando sobre sus sueños.
“Estas fotografías muestran a las niñas que un día reconstruirán Siria“, dijo la secretaria de Estado de Desarrollo Internacional de Reino Unido, Justine Greening, poco antes de la celebración de la conferencia “Apoyando a Siria y a la Región”, que tuvo lugar en la capital británica a principios de febrero.
“Proporcionándoles educación, les daremos (a los niños y niñas sirios) la oportunidad de convertirse en los doctores, abogados y arquitectos del mañana”.
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Haja tiene 12 años. “Desde que estudiamos en la escuela primaria el sistema solar, quise ser astronauta”, dice. “Me imaginaba a mí misma en el cielo, descubriendo cosas nuevas. Mucha gente me dijo que una chica no puede ser astronauta, pero yo les digo a las niñas con aspiraciones que no tengan miedo”.
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“Siempre quise ser policía porque no sólo mantienen a la gente a salvo, sino que crean una sociedad justa”. Malack, de 16 años, se imagina “yendo a la ciudad para ver dónde puede ayudar e inspirando a otras niñas que también quieran ser policía”.
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“En esta imagen estoy examinando la radiografía de una paciente para ver cuál es la causa de su dolor en el pecho. En ese punto de mi vida, sería una cirujana respetada en mi región y trataría a muchos pacientes, pero el que más me preocuparía sería mi padre que tiene muchos problemas de salud”, le contó Fátima, de 11 años, a la fotógrafa.
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Muntaha, 12 años, quiere ser fotógrafa. “Desde que era pequeña me gustaba tomar fotos a la gente, ir a diferentes eventos y documentar lo que estaba pasando, tanto lo bueno como lo malo”. Muntaha sueña con “inspirar a otros con sus fotografías para promover el amor y el entendimiento”.
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Fátima, de 16 años, asegura quye quiere ser arquitecta. “La gente me dice que no es algo que pueda hacer una mujer y que debería tener una profesión más femenina, pero yo sueño con construir lindos hogares para las familias y diseñar edificios que traigan a la gente felicidad”.
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“Nuestro barrio en Siria tenía una farmacia y yo solía ir a ayudarles cuando era más joven”, explica Wissam, de 15 años. “Cuando la guerra comenzó, vi cómo el farmacéutico ayudaba a los heridos y supe que se trataba de un trabajo importante”.
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“Caminando por la calle en Siria o Jordania veo mucha gente sufriendo y me gustaría tener el poder y las habilidades para ayudarles”. Rama, de 13 años, se imagina siendo una médico y sintiéndose afortunada y satisfecha de poder aliviar el dolor de otras personas.
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Nour tiene 18 años y quiere que la violencia contra las mujeres llegue a su fin. “Quiero que las mujeres puedan tomar decisiones para la comunidad y expresar sus opiniones sin miedo. Por eso quiero ser abogada”.
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“Quiero ser diseñadora de moda y crear prendas de vestir para que las mujeres se sientan elegantes, tanto ropa del día a día como vestidos de boda más formales”, dice Sarah, de 15 años.
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Merwa, de 13 años, se ve a sí misma en esta imagen como una “(futura) pintora famosa, trabajando en un paisaje al óleo”. Cuenta que pintar es su hobby y que quiere ir a una escuela de arte y tener su propia galería para vender sus pinturas y esculturas. “Quiero que mi trabajo inspire la paz en el mundo”.
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A Armani, de 10 años, le encantan los aviones. “Volar es emocionante. Mi hermano me dijo que las niñas no pueden ser piloto, pero siempre he sabido que esto es lo que quería hacer, no sólo para vivir mi sueño, sino para ayudar a la gente a viajar, a ver el mundo y descubrir otros lugares”.
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“Me encanta cocinar y solía pasar mucho tiempo con mi mamá en la cocina, aprendiendo diferentes platos. Quiero tener mi propio restaurante y crear mi menú”, dice Bassima, de 17 años.
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“Esta fotografía fue tomada en la mañana y estoy esperando en el aula a que lleguen mis estudiantes. Enseño a niños a leer y escribir en árabe”, explicó Fátima, de 12 años, imaginándose su futuro como maestra de escuela.
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Las profesiones soñadas de las niñas refugiadas sirias
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